sábado, 6 de septiembre de 2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
El Joven y Cristo
El Joven y Cristo: Capítulo I
Mons. Tihamer Tóth
JESUCRISTO EN LA VIDA OCULTA
El niño iba creciendo y fortaleciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba en él (San Lucas, 2 40).
En seguida se fue con ellos, y vino a Nazaret y les estaba sujeto... Jesús, entre tanto, crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. (San Lucas, 2, 51, 52).
1. Noche de Navidad
El silencio de una expectación misteriosa envolvía todo el mundo. La humanidad, que había pasado millares de años luchando y buscando la verdad, parecía presentir la proximidad de algún acontecimiento nunca visto. Algo había de ocurrir que sacase de sus quicios al mundo entero.
El poder político de los romanos pesaba sobre todo el orbe, sobre todo el mundo que esperaba, sobre la tierra que prestaba oídos al mismo silencio. Cicerón mencionaba una vieja profecía, según la cual aparecía un rey, al que habría de someterse la humanidad entera si quería salvarse. “¿Quién será este rey y cuándo sonará la hora de su llegada?” - pregunta el orador pagano.
Virgilio, en su Égloga IV, describe la nueva era, profetizada por la Sibila: nace un misterioso niño, hijo de la divinidad, por quien se renueva toda la creación, que destruye la serpiente, que borra el pecado y establece la paz en toda la tierra...
Y en la plenitud de los tiempos..., cuando el anhelo ardoroso de la humanidad por un Libertador asaltaba ya los mismos cielos..., en una silenciosa noche de diciembre..., en la gruta de Belén..., desconocido de todos..., rechazado por todos..., nació Nuestro Señor Jesucristo.
Lo pregonan hoy todas las campanas: ¡Ha nacido Cristo! Lo repiten hoy todos los corazones: ¡Ha nacido Cristo! Brilla hoy en todas las miradas la luz de este pensamiento: ¡Ha nacido Cristo!
Se hizo hijo del hombre para que podamos nosotros ser hijos de Dios. Se hizo débil para robustecernos. Se dejó envolver en pañales para librarnos de los lazos del pecado. Se hizo pequeño para que fuéramos más grandes. Se hizo pobre para enriquecernos. Nace llorando para secar nuestras lágrimas. Viene a la vida en país extraño para conducirnos a la patria verdadera de los cielos. No encuentra lugar en toda la ciudad para prepararnos lugar en el reino de los cielos (Pázmany).
¡Oh, si lo hubiéramos sabido! ... Así se disculpan los habitantes de Belén. ¡Oh, si hubiésemos conocido, quiénes eran los dos peregrinos que a las altas horas de la noche llamaron a nuestra puerta! ¡Si hubiésemos sabido quién era Aquél para el cual pedían hospedaje!... ¡Cómo les habríamos ofrecido albergue, pan tierno y blando lecho...!
No, hijo, no; esto no sirve de disculpa. Lo concedes, ¿verdad? Por lo menos no puede ser excusa después de aquella fría noche de Navidad.
Nosotros, que ya conocemos la luz del amor humilde del Niño de Belén, ¿hemos de ser amables y atentos tan sólo con los amables y los ricos? No; no pueden ser discípulos verdaderos del Niño Jesús que nació en la gruta de Belén los jóvenes que no aprecian a los más pobres y modestos igual que a los que tienen más; sino los que sienten predilección para las almas más puras, generosas y grandes.
2. ¿Por qué nos alegramos?
El corazón de millones de cristianos vive la emoción del gran día. Y aun el corazón de los que no son cristianos. En todas las latitudes de la tierra. En la casa de hielo de los esquimales, en la choza de los negros, en los desiertos africanos, en los camarotes de los transatlánticos.., hoy se celebra la fiesta de Navidad.
Antiguamente los cristianos la celebraban en lugares subterráneos, en las catacumbas, a la luz de las antorchas, en un ambiente de temor y de agobio. Y al mismo tiempo los romanos se reunían sobre aquel mismo suelo para sus orgías abominables: celebran sus “Saturnalias”, porque desde aquella fecha había de ser más largo el día, más prolongada la luz.
¡Tenían razón! Bien es verdad que no sospechaban ellos lo que pasaba debajo de sus pies, en el seno de la tierra; no sospechaban el gran misterio que celebraban los cristianos; pero realmente se hizo mayor la luz, porque quedó encendida la luz de Cristo para los hombres.
Desde aquellos tiempos, ¡qué alegría llena el alma de los hombres en la noche de Navidad! ¿Disfruta el alma humana momentos de más calor y de más intimidad que los momentos benditos de ansiada espera en que los niños aguardan, excitados, el nacimiento del Niño Jesús la santa noche de Navidad? ¡Oh, momentos benditos de los años de la niñez ingenua!
Pero, ¿sabes ahora cuál es el verdadero motivo del gozo desbordado que sentimos en la Nochebuena ? Aparte del Árbol de Navidad, de los regalos y de la alegría de las vacaciones, ¿qué significa para toda la humanidad el Gloria de los ángeles que modulan su cántico en la noche?
Significa que podemos llamarnos hombres . .., con todo derecho. De aquel débil Niño hemos recibido las energías fecundísimas que desde hace millones de años alimentan la vida cristiana. Todo esfuerzo noble, todo elevado deseo recibe su calor de la esplendorosa estrella de Belén.
El Gloria de los coros angélicos fue anuncio de nuestra vocación altísima, el anuncio de nuestro destino divino.
Y no obstante...
Si medito ahora el nacimiento del Señor, me llena de profunda compasión el Niño de Belén. Al venir por vez primera entre los hombres, todavía se comprende: nadie le conocía, nadie sospechaba siquiera a quién rehusaba el hospedaje, el buen acogimiento; nadie barruntaba quién era Aquél para el que no hubo lugar en ninguna casa.
Hoy ha pasado ya casi dos mil veces la noche de Navidad. Y sin embargo.., veo la escena: el Niño Jesús me toma de la mano y me conduce a través de los hogares en una gran capital... Es Nochebuena. Andamos,.., andamos... Por todas partes luces encendidas..., banquetes opíparos, hombres alegres que se divierten Todos están alegres...; pero el Señor está triste.
¡Niño Jesús! ¿Estás llorando en la noche de Navidad? ¿Qué es lo que te apena?
Le duele que después de dos mil años todavía hoy se repita en un sinnúmero de familias la escena de Belén: no hay lugar para Él en el alma de los hombres , No nos engañemos: centelleo de Árbol de Navidad..., luces encendidas..., regalos... Todo, todo, no es más que mera exterioridad, una cosa sin alma, cuando en nuestro espíritu no hay sitio para Cristo.
Y, sin embargo, como escribe con exquisita suavidad un poeta alemán, si Cristo hubiese nacido en Belén cien veces, pero no en tu alma, para nada te aprovecharía: te condenarías.
¡No, no, Niño Jesús! Yo no quiero celebrar únicamente con pompa exterior la noche de Navidad. Atiende a mis pedidos: Tráeme regalos, enciende también para mí el Árbol de Navidad, pero además dame abundancia de tu gracia, enciende dentro de mi corazón el amor abnegado y penetra en mi alma; dígnate nacer en ella.
Mons. Tihamer Tóth
JESUCRISTO EN LA VIDA OCULTA
El niño iba creciendo y fortaleciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba en él (San Lucas, 2 40).
En seguida se fue con ellos, y vino a Nazaret y les estaba sujeto... Jesús, entre tanto, crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. (San Lucas, 2, 51, 52).
1. Noche de Navidad
El silencio de una expectación misteriosa envolvía todo el mundo. La humanidad, que había pasado millares de años luchando y buscando la verdad, parecía presentir la proximidad de algún acontecimiento nunca visto. Algo había de ocurrir que sacase de sus quicios al mundo entero.
El poder político de los romanos pesaba sobre todo el orbe, sobre todo el mundo que esperaba, sobre la tierra que prestaba oídos al mismo silencio. Cicerón mencionaba una vieja profecía, según la cual aparecía un rey, al que habría de someterse la humanidad entera si quería salvarse. “¿Quién será este rey y cuándo sonará la hora de su llegada?” - pregunta el orador pagano.
Virgilio, en su Égloga IV, describe la nueva era, profetizada por la Sibila: nace un misterioso niño, hijo de la divinidad, por quien se renueva toda la creación, que destruye la serpiente, que borra el pecado y establece la paz en toda la tierra...
Y en la plenitud de los tiempos..., cuando el anhelo ardoroso de la humanidad por un Libertador asaltaba ya los mismos cielos..., en una silenciosa noche de diciembre..., en la gruta de Belén..., desconocido de todos..., rechazado por todos..., nació Nuestro Señor Jesucristo.
Lo pregonan hoy todas las campanas: ¡Ha nacido Cristo! Lo repiten hoy todos los corazones: ¡Ha nacido Cristo! Brilla hoy en todas las miradas la luz de este pensamiento: ¡Ha nacido Cristo!
Se hizo hijo del hombre para que podamos nosotros ser hijos de Dios. Se hizo débil para robustecernos. Se dejó envolver en pañales para librarnos de los lazos del pecado. Se hizo pequeño para que fuéramos más grandes. Se hizo pobre para enriquecernos. Nace llorando para secar nuestras lágrimas. Viene a la vida en país extraño para conducirnos a la patria verdadera de los cielos. No encuentra lugar en toda la ciudad para prepararnos lugar en el reino de los cielos (Pázmany).
¡Oh, si lo hubiéramos sabido! ... Así se disculpan los habitantes de Belén. ¡Oh, si hubiésemos conocido, quiénes eran los dos peregrinos que a las altas horas de la noche llamaron a nuestra puerta! ¡Si hubiésemos sabido quién era Aquél para el cual pedían hospedaje!... ¡Cómo les habríamos ofrecido albergue, pan tierno y blando lecho...!
No, hijo, no; esto no sirve de disculpa. Lo concedes, ¿verdad? Por lo menos no puede ser excusa después de aquella fría noche de Navidad.
Nosotros, que ya conocemos la luz del amor humilde del Niño de Belén, ¿hemos de ser amables y atentos tan sólo con los amables y los ricos? No; no pueden ser discípulos verdaderos del Niño Jesús que nació en la gruta de Belén los jóvenes que no aprecian a los más pobres y modestos igual que a los que tienen más; sino los que sienten predilección para las almas más puras, generosas y grandes.
2. ¿Por qué nos alegramos?
El corazón de millones de cristianos vive la emoción del gran día. Y aun el corazón de los que no son cristianos. En todas las latitudes de la tierra. En la casa de hielo de los esquimales, en la choza de los negros, en los desiertos africanos, en los camarotes de los transatlánticos.., hoy se celebra la fiesta de Navidad.
Antiguamente los cristianos la celebraban en lugares subterráneos, en las catacumbas, a la luz de las antorchas, en un ambiente de temor y de agobio. Y al mismo tiempo los romanos se reunían sobre aquel mismo suelo para sus orgías abominables: celebran sus “Saturnalias”, porque desde aquella fecha había de ser más largo el día, más prolongada la luz.
¡Tenían razón! Bien es verdad que no sospechaban ellos lo que pasaba debajo de sus pies, en el seno de la tierra; no sospechaban el gran misterio que celebraban los cristianos; pero realmente se hizo mayor la luz, porque quedó encendida la luz de Cristo para los hombres.
Desde aquellos tiempos, ¡qué alegría llena el alma de los hombres en la noche de Navidad! ¿Disfruta el alma humana momentos de más calor y de más intimidad que los momentos benditos de ansiada espera en que los niños aguardan, excitados, el nacimiento del Niño Jesús la santa noche de Navidad? ¡Oh, momentos benditos de los años de la niñez ingenua!
Pero, ¿sabes ahora cuál es el verdadero motivo del gozo desbordado que sentimos en la Nochebuena ? Aparte del Árbol de Navidad, de los regalos y de la alegría de las vacaciones, ¿qué significa para toda la humanidad el Gloria de los ángeles que modulan su cántico en la noche?
Significa que podemos llamarnos hombres . .., con todo derecho. De aquel débil Niño hemos recibido las energías fecundísimas que desde hace millones de años alimentan la vida cristiana. Todo esfuerzo noble, todo elevado deseo recibe su calor de la esplendorosa estrella de Belén.
El Gloria de los coros angélicos fue anuncio de nuestra vocación altísima, el anuncio de nuestro destino divino.
Y no obstante...
Si medito ahora el nacimiento del Señor, me llena de profunda compasión el Niño de Belén. Al venir por vez primera entre los hombres, todavía se comprende: nadie le conocía, nadie sospechaba siquiera a quién rehusaba el hospedaje, el buen acogimiento; nadie barruntaba quién era Aquél para el que no hubo lugar en ninguna casa.
Hoy ha pasado ya casi dos mil veces la noche de Navidad. Y sin embargo.., veo la escena: el Niño Jesús me toma de la mano y me conduce a través de los hogares en una gran capital... Es Nochebuena. Andamos,.., andamos... Por todas partes luces encendidas..., banquetes opíparos, hombres alegres que se divierten Todos están alegres...; pero el Señor está triste.
¡Niño Jesús! ¿Estás llorando en la noche de Navidad? ¿Qué es lo que te apena?
Le duele que después de dos mil años todavía hoy se repita en un sinnúmero de familias la escena de Belén: no hay lugar para Él en el alma de los hombres , No nos engañemos: centelleo de Árbol de Navidad..., luces encendidas..., regalos... Todo, todo, no es más que mera exterioridad, una cosa sin alma, cuando en nuestro espíritu no hay sitio para Cristo.
Y, sin embargo, como escribe con exquisita suavidad un poeta alemán, si Cristo hubiese nacido en Belén cien veces, pero no en tu alma, para nada te aprovecharía: te condenarías.
¡No, no, Niño Jesús! Yo no quiero celebrar únicamente con pompa exterior la noche de Navidad. Atiende a mis pedidos: Tráeme regalos, enciende también para mí el Árbol de Navidad, pero además dame abundancia de tu gracia, enciende dentro de mi corazón el amor abnegado y penetra en mi alma; dígnate nacer en ella.
Pier Giorgio Frassati - El joven de las ocho bienaventuranzas
CAPÍTULO PRIMERO
EL NIÑO
Pollone es una pequeña aldea, de 1.800 habitantes aproximadamente, formada por varias agrupaciones de casas aferradas en las laderas del monte Muerone (2.300 m.), cuyas últimas pendientes terminan en Biella, al norte de la llanura piamontesa.
Allí el aire es fuerte y transparente, el clima de lo más sano y, merced a la profusión de las aguas que bajan de la montaña, la vegetación se mantiene lujuriante tanto en el rigor del verano como en los más hermosos días de la primavera. Viejas moradas campesinas, pintadas de blanco o de rosa, con balcones recargados de flores, se escalonan en las pendientes, dominando alegres praderas llenas de sol; ricas casas de recreo cercadas de macizos de hortensias, rododendros o azaleas abriéndose por uno y otro lado, flores cuya blancura se vuelve más deslumbrante por la vecindad de bosquecillos de castaños o de árboles exóticos de colores sombríos.
Así como los Bielleses, los habitantes de Pollone tienen las cualidades y los defectos de los Piamonteses. Enérgicos y voluntarioso testarudos y aún poco comunicativos, como todos los montañeses, son además económicos, aunque no temen las cargas de familia, positivos y realistas y no desprovistos sin embargo de cierto espíritu de aventuras. De este modo a fin de redondear un peculio que les permitirá pasar su vejez en la seguridad y en la calma de la casa natal, no vacilan en expatriarse muy lejos, libres de aceptar los oficios más penosos y más inesperados.
Ciertas de estas cualidades se vuelven a encontrar en los ascendientes de Pier Giorgio. Recorriendo los archivos de la comuna hasta épocas muy lejanas, se halla el nombre de sus ascendientes maternos, los Ametis. El bisabuelo de Pier Giorgio ejerció la profesión de médico y tuvo diez y ocho hijos. Francisco Ametis, su abuelo, se enroló muy joven en el ejército sardo y tomó parte en la guerra de la Independencia (1848-1849) ; emigró después al Perú, regresó luego a Pollone, para edificar allí la sólida y espaciosa casa donde Pier Giorgio gustara más tarde pasar sus vacaciones, en compañía de su tía y de su abuela genovesa, Linda Ametis Copello, que fue notable cristiana, fiel a la práctica de la comunión cotidiana.
Su abuelo paterno, Pietro Frassati, oriundo de Occhieppo, cerca de Pollone, repartió su tiempo entre sus funciones de médico y la educación de sus hijos, entre los cuales hallábase Alfredo Frassati, padre de nuestro héroe.
Debió su elevación en la escala social a su inteligencia y a sus cualidades fundamentales de escrupulosa honestidad y amor al trabajo.
Corresponsal, luego subdirector y copropietario de la "Gazzetta Piemontese" que desde entonces se llamó "Stampa", quedó su único dueño por compra, en 1900. Este diario era muy conocido en aquel tiempo por su lealtad para con la monarquía italiana, su liberalismo esclarecido y enemigo de toda puja y su respeto al orden.
La estima que en las altas esferas se tenía del director del "Stampa" le valió en 1913 una banca en el Senado.
En Octubre de 1922, la marcha sobre Roma, le sorprendió en Alemania, donde desempeñaba las funciones de embajador de Italia en Berlín. Lógico consigo mismo y seguro de la aprobación de su hijo sobre el particular, no vaciló en mandar su renuncia al jefe del gobierno.
Su hijo fallece el 4 de Julio de 1925. Forzado, al año subsiguiente, a abandonar la dirección del "Stampa" y luego a vender el diario, ha menester de toda su indomable energía para no naufragar en la desesperación.
Sólo al cabo de varios años de soledad y de ocio forzoso, le solicitaron asumiera la dirección del "Italgaz". Aceptó sin abdicar de ninguno de sus principios.
Se comprenderá que el hijo de semejante padre y descendiente de semejante estirpe debía por fuerza ser intransigente él mismo ante los honores.
El Sábado Santo, 6 de Abril de 1901, nació en Turín Pier Giorgio, "mientras las campanas de la Crocetta tocaban el Gloria de la Resurrección", según dirá su abuela con una pequeña inexactitud tocante a la hora (6 de la tarde). A causa de esa alegre coincidencia, gustarán de llamarle "el hijo de la Fiesta".
Alguien que mucho le conoció, no s traza del niño ya grandecito este viviente retrato: "Me parece verlo todavía a mi lado, con su bello rostro de niño de maravillosa tez morena, el ideal de un pequeño Jesús para un pintor orientalista. Sus ojos de pupila negra y dilatada, son grandes y de mirada suave; las pupilas se destacan sobre un azul claro y diáfano, resaltando sobre el color bronceado del cutis que lo hace parecer a un pequeño árabe de formas perfectas. Su fisonomía de facciones regulares lleva ya el sello de esa cándida dulzura que se trocará luego en fundamental bondad. Los labios más bien gruesos dan forma a una pequeña boca triangular, que se abre para sonreír con facilidad, y, ante la menor emoción, caen de sus grandes ojos dos silenciosas lágrimas que no puede retener.
El niño crece en fuerza y en belleza en la atmósfera sencilla del hogar. Sus naturales cualidades se manifiestan ya en una innata rectitud que lo enemista con la mentira y con un sentimiento de compasión que lo inclina hacia todo sufrimiento para aliviarlo, cuando es impotente para suprimirlo.
Tiene sin embargo defectos: es brusco y desordenado, y hasta cargante, y las desavenencias que puede llegar a tener con su hermana Luciana, diez y siete meses menor que él, se resuelven frecuentemente mediante la fuerza. Es necesario agregar que la cree su único recurso contra las alteraciones de la verdad.
¡Paciencia! pronto tendrá suficiente fortaleza de alma para imponerse la dura obligación de no reaccionar más con la violencia contra el defecto que más le hace sufrir.
Ese hombrecito es la misma lealtad y, ya, a su edad, esclavo de la palabra empeñada.
Ninguna fuerza en el mundo, ni aún su hambre de lobezno, podría obligarle o tocar un manjar o una golosina que está al alcance de su mano, cuando su madre se lo prohibió formalmente. Ninguna solicitación de su tío o de cualquier otra persona de la familia, jamás le hizo ceder en esto. Nos agradan esa terca valentonada, ese sentido precoz del honor en un niño. Es la rehabilitación de la raza bielesa, nos diría su madre; ¿mas no tiene también parentesco ese niño, con nuestros valientes de la Edad Media, con la altiva raza de nuestros caballeros cuya soberana ley fue ante todo el culto del honor?
Mirémosle entrar en su casa, quitarse y luego dejar su sobretodo e ir, sin decir palabra, a apostarse en un rincón, dándose vuelta de cara a la pared.
-¿Qué haces allí?- le pregunta su tía.
-Mi penitencia.....
Efectivamente, su madre, que acababa de encontrarle en la calle, habíale dado ese castigo por una travesura.
Una de sus institutrices no deja de señalar esa extremada lealtad en su alumno de doce años de edad: "Era un niño muy activo, extremadamente cándido y tan respetuoso del deber que jamás recurrió a razones falsas para eximirse de él o para justificar resultados que no siempre eran satisfactorios. "No supe" "Me equivoqué", solía decir sencillamente con franqueza y decisión. Calmaba a menudo de ese modo a aquellos que estaban enojados con él debido a sus extravagancias o a sus ligeras negligencias".
¿No fue por ventura esa innata necesidad de rectitud unida a una exquisita sensibilidad, la que le hacía intolerable el sufrimiento físico, aún en los animales molestados sin razón? ¿No es la crueldad al mismo tiempo que un odioso abuso de fuerza, una ofensa a la justicia?
A la edad de cinco años, habiendo descubierto el significado de la palabra "huérfano", no pudo dormirse. Se fue en camisón y con los ojos llenos de lágrimas, en busca de su madre: "Mamá, mamá, ¿era huérfano el pequeño Jesús?" Le costó trabajo a su madre conformarlo, diciéndole que Jesús tenía una excelente mamá: la Santísima Virgen, y dos papás: San José en la tierra y el buen Dios en el cielo.
Otro día, su padre estaba en el umbral de la puerta echando a un borracho al que su aliento acaba de traicionar. Pier Giorgio, que vio sólo el ademán de su padre, vuelve sollozando hacia su madre y le dice: "Mamá, allí había un pobre que tenía hambre y papá no le dio de comer".
La madre creyó sorprender en ese lamento algo así como un eco del Evangelio: "Vete pronto en busca de él, hazlo subir y le daremos de comer". Se hizo así. Mas al despedirlo, el padre no se había engañado y se convencieron pronto que el vagabundo había abusado de la confianza de los que le dieron hospedaje. Trataron de hacérselo entender al niño. Escuchó en silencio. Su mente le decía que su padre tenía razón, mas su sensible corazón seguía protestando.
Fue ésta su primera obra de misericordia. Y le salió mal. ¿Cuántas veces, sorprendieron su buena fe, en lo sucesivo? Pier Giorgio jamás lo dijo. Le bastaba seguir la inclinación de su corazón que jamás se enfadó ante la malicia o la ingratitud.
Su abuela paterna le daba a veces algún dinero en aquel entonces, mas antes de llegar a su casa, ya había repartido entre los pobres hasta el último centavo.
Una madre de familia que había sido sirvienta en su casa, recibió cierto día de manos de él la fuerte suma de cincuenta liras. Fue el primer aguinaldo de consideración que le diera su abuela paterna recomendándole que lo hiciera fructificar. El niño obedeció a su modo y nadie se animó a ofenderse por esa inesperada colocación.
¡Cuán delicado es también ese gesto del caritativo niño suplicándole a su mamá que acababa de comprar un hermoso casimir para hacerle un traje, que lo cambiara por otro de menor precio para poder dar el sobrante a los pobres!
Pier Giorgio tiene catorce años de edad, al entrar Italia en la guerra. El sufrimiento de los soldados lo conmueve profundamente. "He aquí seis liras. ¿Qué haré de ellas? le preguntó cierto día a la cocinera que estaba preparando un paquete para un soldado que estaba en el frente. Como la mucama se compadeciera cierto día de tantos sufrimientos y muertes prematuras, que son el triste rescate de la guerra, le dijo: ¿no daríais vuestra vida, Natalia, a fin de que cesara ese azote?" "¡Oh! respondió ella, soy joven y mi vida es tan preciosa como la de los pobres soldados". "Pues bien, yo la daría y ¡enseguida!" respondió el adolescente escandalizado.
Para los misioneros colecciona con ardor estampillas de franqueo y boletos de tranvía y se desvive por hallar personas que se los proporcionen.
Esos rasgos cuya lista podría alargarse fácilmente, son ampliamente suficientes para hacernos entrever lo que será más adelante Pier Giorgio con la experiencia de los años y cuando tenga conciencia de sus responsabilidades de cristiano y de hombre de acción.
Comienza mientras tanto la educación religiosa del niño. Su madre, su abuela materna, su tía, tratan de abrir su alma a las riquezas de la fe; el niño recuerda con más facilidad los ejemplos vividos que las nociones abstractas. Siendo el Evangelio el libro de vida por excelencia, recibe sus primeras lecciones en la compañía del Divino Maestro. Los ejemplos que de caridad para con los pobres le da su padre confirman de modo impresionante la doctrina que va extrayendo del texto sagrado.
Oigamos al doctor en letras Don Cojazzi, encargado de completar en el hogar la enseñanza que recibe el niño en el Ginnasio Liceo Massimo D'Azeglio: "Recuerdo que su madre me rogó le ayudara a darles a Pier Giorgio y a su hermana el sensus Christi. Ella utilizó esta misma expresión para darme a entender que no había de atenerme estrictamente a las materias de clase, sino que había de usar digresiones y desarrollos acerca de las cuestiones religiosas.
"No tarde en darme cuenta entonces (para servirme de una expresión usada en España) que la frente del niño estaba bañada aún de agua bautismal. Ahora me explico mejor la sorpresa agradable que tuve, desde los primeros días, cuando lo veía, al terminarse la lección, pararse ante mí, con delantal negro, los brazos cruzados, sus ojos negros clavados en los míos y suplicantes y decirme: "Contadme ahora una historia acerca de Jesús". Por de pronto, amplié el relato evangélico, lo anegué en un sinnúmero de detalles de mi cosecha. No podría decir debido a qué señales me di cuenta de que este método no era el mejor. Cesé al instante, contentándome con relatar el Evangelio a la letra, cuanto me lo permitía mi memoria. Pude observar entonces en su rostro, merced a una sucesión de sombras y de luces, los sentimientos que el desarrollo del relato divino despertaba en él. Si concluía con un episodio alegres gozoso, si le contaba por ejemplo el afecto de Jesús por los niños, las alabanzas que les tributaba a las flores, a los pájaros y a los corderos, sus ojos brillaban al instante y me decía sonriendo: "¡Cuán bello es". Si elegía al contrario un relato lleno de la compasión de Jesús para con los pobres, los enfermos, los hambrientos, los pecadores; si detallaba los milagros con los cuales alivió tantas miserias humanas, su rostro se entristecía y dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, lágrimas que trataba de secar valientemente y sin vergüenza. El niño aprendió así a oír los llamados interiores a la mansedumbre".
Se comprenderá talvez mejor ahora que, formado en tal escuela de sinceridad y de rectitud, el niño, así como los suyos por otra parte, acostumbrado a no forzar nunca sus sentimientos, se haya horrorizado de lo que se podría llamar la "retórica de la vida", es decir toda palabra, toda actitud, toda manifestación inspirada menos en una convicción profunda y razonada, que en las convenciones sociales, las costumbres y las actividades mundanas. De allí le provino talvez cierta dificultad para ampliar, para desarrollar sus sentimientos que expresaba siempre escrupulosamente tal cual los experimentaba y en la medida en que los experimentaba, en frases breves y espontáneas mejor que en extensos períodos verbales; resultó de ello, en la época de los ejercicios escolares, una esterilidad literaria que muy sin razón alarmó a veces a sus profesores y hasta a los miembros de su familia.
El estilo telegráfico era entonces su estilo preferido; sus composiciones eran esquemas esqueléticos y la tarjeta postal le parecía la forma ideal para expresar sus sentimientos. Puesto frente a sus deberes, cuántas veces le dijo a su madre, sonriendo: "Oye, mamá, yo voy a resolver mi problema y tú harás mi narración".
El porvenir iba a demostrar la inutilidad de los temores que se tenían con respecto a él: "Recuerdo, escribirá más adelante uno de sus profesores, refiriéndose a él, que cuando lo vi llegar al colegio, era de comprensión lenta, como suelen ser los montañeses, más era igualmente obstinado. Como le dijera que habría de vencer muchas dificultades si persistía en querer ser ingeniero, me respondió que lo sería a costa de los más duros sacrificios. Conociendo su fuerza de voluntad y habiendo comprobado la influencia decisiva que el estudio de las matemáticas ejercía sobre su desarrollo intelectual, yo no desesperaba del éxito. Desde su último año de liceo hasta sus primeros años en la escuela de ingeniería, vi a su inteligencia abrirse como una flor, afinarse y volverse poco a poco tan sutil y tan penetrante que le permitía resolver cualquier dificultad a fuerza de estudio y de tenacidad".
La aridez del principiante había sido solamente indicio de una de las cualidades morales más raras en un niño; o sea la sinceridad límpida como una hoja de espada, además de otros dones igualmente preciosos.
Pier Giorgio, y su hermana hicieron su primera comunión el día 19 de junio de 1911, bajo las miradas de la Virgen, en la exquisita capilla de las Hermanas Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio en Turín. La hizo seriamente, piadosamente, como hacía todas las cosas.
Don Cojazzi regalole ese día una vida de Cristóbal Colón, que llevaba la siguiente dedicatoria: "A ti, Pier Giorgio, como recuerdo del día de tu primera comunión, este libro en el que se narran las empresas de Cristóbal Colón, gloria, de Italia y de la religión. Sea él tu guía hacia una y otra de ambas glorias. Ojalá puedas ser tú también, como él, portador de Cristo durante toda tu vida, voto que formulo por ti, con el afecto del amigo y la bendición del sacerdote, tu maestro".
¡Portador de Cristo! qué programa más bello le fue jamás propuesto por un corazón de sacerdote a su hijo discípulo predilecto. Humilde y lealmente Pier Giorgio se hizo un deber de realizarlo.
El Padre Lombardi, S. J., su Padre Espiritual, nos dirá cuáles eran las disposiciones del niño que acababa de entrar en aquella época (1913), en el tercer curso del colegio de los Padres Jesuitas en Turín (Istituto Sociale, en la calle del Arzobispado): Me impresionó al instante su prontitud en responder al deseo que le manifestara de verle acercarse a menudo a la sagrada Mesa. Desde entonces, comenzó a comulgar varias veces por semana, con tal ardor de corazón y tan gran fervor que quede edificado así como su madre. Esta se preguntó, sin embargo, a sí misma, si tenía él suficiente madurez para darse cuenta del gran acto que cumplía. Le di seguridades y pronto tuvo la felicidad de comprobar los crecientes progresos de su hijo en el bien. En 1917-1918, luego de haber pasado tres años en la escuela Massimo D'Azeglio, ingresó en el colegio de los Padres, comenzó a seguir la práctica de la comunión cotidiana que cumplió fielmente hasta la muerte. Tanto como pude apreciarlo, comenzó bajo la poderosa acción de la Eucaristía a transformarse en el cristiano piadoso, convencido y fuerte cuyo magnífico ejemplo merece ser propuesto a todos".
EL NIÑO
Pollone es una pequeña aldea, de 1.800 habitantes aproximadamente, formada por varias agrupaciones de casas aferradas en las laderas del monte Muerone (2.300 m.), cuyas últimas pendientes terminan en Biella, al norte de la llanura piamontesa.
Allí el aire es fuerte y transparente, el clima de lo más sano y, merced a la profusión de las aguas que bajan de la montaña, la vegetación se mantiene lujuriante tanto en el rigor del verano como en los más hermosos días de la primavera. Viejas moradas campesinas, pintadas de blanco o de rosa, con balcones recargados de flores, se escalonan en las pendientes, dominando alegres praderas llenas de sol; ricas casas de recreo cercadas de macizos de hortensias, rododendros o azaleas abriéndose por uno y otro lado, flores cuya blancura se vuelve más deslumbrante por la vecindad de bosquecillos de castaños o de árboles exóticos de colores sombríos.
Así como los Bielleses, los habitantes de Pollone tienen las cualidades y los defectos de los Piamonteses. Enérgicos y voluntarioso testarudos y aún poco comunicativos, como todos los montañeses, son además económicos, aunque no temen las cargas de familia, positivos y realistas y no desprovistos sin embargo de cierto espíritu de aventuras. De este modo a fin de redondear un peculio que les permitirá pasar su vejez en la seguridad y en la calma de la casa natal, no vacilan en expatriarse muy lejos, libres de aceptar los oficios más penosos y más inesperados.
Ciertas de estas cualidades se vuelven a encontrar en los ascendientes de Pier Giorgio. Recorriendo los archivos de la comuna hasta épocas muy lejanas, se halla el nombre de sus ascendientes maternos, los Ametis. El bisabuelo de Pier Giorgio ejerció la profesión de médico y tuvo diez y ocho hijos. Francisco Ametis, su abuelo, se enroló muy joven en el ejército sardo y tomó parte en la guerra de la Independencia (1848-1849) ; emigró después al Perú, regresó luego a Pollone, para edificar allí la sólida y espaciosa casa donde Pier Giorgio gustara más tarde pasar sus vacaciones, en compañía de su tía y de su abuela genovesa, Linda Ametis Copello, que fue notable cristiana, fiel a la práctica de la comunión cotidiana.
Su abuelo paterno, Pietro Frassati, oriundo de Occhieppo, cerca de Pollone, repartió su tiempo entre sus funciones de médico y la educación de sus hijos, entre los cuales hallábase Alfredo Frassati, padre de nuestro héroe.
Debió su elevación en la escala social a su inteligencia y a sus cualidades fundamentales de escrupulosa honestidad y amor al trabajo.
Corresponsal, luego subdirector y copropietario de la "Gazzetta Piemontese" que desde entonces se llamó "Stampa", quedó su único dueño por compra, en 1900. Este diario era muy conocido en aquel tiempo por su lealtad para con la monarquía italiana, su liberalismo esclarecido y enemigo de toda puja y su respeto al orden.
La estima que en las altas esferas se tenía del director del "Stampa" le valió en 1913 una banca en el Senado.
En Octubre de 1922, la marcha sobre Roma, le sorprendió en Alemania, donde desempeñaba las funciones de embajador de Italia en Berlín. Lógico consigo mismo y seguro de la aprobación de su hijo sobre el particular, no vaciló en mandar su renuncia al jefe del gobierno.
Su hijo fallece el 4 de Julio de 1925. Forzado, al año subsiguiente, a abandonar la dirección del "Stampa" y luego a vender el diario, ha menester de toda su indomable energía para no naufragar en la desesperación.
Sólo al cabo de varios años de soledad y de ocio forzoso, le solicitaron asumiera la dirección del "Italgaz". Aceptó sin abdicar de ninguno de sus principios.
Se comprenderá que el hijo de semejante padre y descendiente de semejante estirpe debía por fuerza ser intransigente él mismo ante los honores.
El Sábado Santo, 6 de Abril de 1901, nació en Turín Pier Giorgio, "mientras las campanas de la Crocetta tocaban el Gloria de la Resurrección", según dirá su abuela con una pequeña inexactitud tocante a la hora (6 de la tarde). A causa de esa alegre coincidencia, gustarán de llamarle "el hijo de la Fiesta".
Alguien que mucho le conoció, no s traza del niño ya grandecito este viviente retrato: "Me parece verlo todavía a mi lado, con su bello rostro de niño de maravillosa tez morena, el ideal de un pequeño Jesús para un pintor orientalista. Sus ojos de pupila negra y dilatada, son grandes y de mirada suave; las pupilas se destacan sobre un azul claro y diáfano, resaltando sobre el color bronceado del cutis que lo hace parecer a un pequeño árabe de formas perfectas. Su fisonomía de facciones regulares lleva ya el sello de esa cándida dulzura que se trocará luego en fundamental bondad. Los labios más bien gruesos dan forma a una pequeña boca triangular, que se abre para sonreír con facilidad, y, ante la menor emoción, caen de sus grandes ojos dos silenciosas lágrimas que no puede retener.
El niño crece en fuerza y en belleza en la atmósfera sencilla del hogar. Sus naturales cualidades se manifiestan ya en una innata rectitud que lo enemista con la mentira y con un sentimiento de compasión que lo inclina hacia todo sufrimiento para aliviarlo, cuando es impotente para suprimirlo.
Tiene sin embargo defectos: es brusco y desordenado, y hasta cargante, y las desavenencias que puede llegar a tener con su hermana Luciana, diez y siete meses menor que él, se resuelven frecuentemente mediante la fuerza. Es necesario agregar que la cree su único recurso contra las alteraciones de la verdad.
¡Paciencia! pronto tendrá suficiente fortaleza de alma para imponerse la dura obligación de no reaccionar más con la violencia contra el defecto que más le hace sufrir.
Ese hombrecito es la misma lealtad y, ya, a su edad, esclavo de la palabra empeñada.
Ninguna fuerza en el mundo, ni aún su hambre de lobezno, podría obligarle o tocar un manjar o una golosina que está al alcance de su mano, cuando su madre se lo prohibió formalmente. Ninguna solicitación de su tío o de cualquier otra persona de la familia, jamás le hizo ceder en esto. Nos agradan esa terca valentonada, ese sentido precoz del honor en un niño. Es la rehabilitación de la raza bielesa, nos diría su madre; ¿mas no tiene también parentesco ese niño, con nuestros valientes de la Edad Media, con la altiva raza de nuestros caballeros cuya soberana ley fue ante todo el culto del honor?
Mirémosle entrar en su casa, quitarse y luego dejar su sobretodo e ir, sin decir palabra, a apostarse en un rincón, dándose vuelta de cara a la pared.
-¿Qué haces allí?- le pregunta su tía.
-Mi penitencia.....
Efectivamente, su madre, que acababa de encontrarle en la calle, habíale dado ese castigo por una travesura.
Una de sus institutrices no deja de señalar esa extremada lealtad en su alumno de doce años de edad: "Era un niño muy activo, extremadamente cándido y tan respetuoso del deber que jamás recurrió a razones falsas para eximirse de él o para justificar resultados que no siempre eran satisfactorios. "No supe" "Me equivoqué", solía decir sencillamente con franqueza y decisión. Calmaba a menudo de ese modo a aquellos que estaban enojados con él debido a sus extravagancias o a sus ligeras negligencias".
¿No fue por ventura esa innata necesidad de rectitud unida a una exquisita sensibilidad, la que le hacía intolerable el sufrimiento físico, aún en los animales molestados sin razón? ¿No es la crueldad al mismo tiempo que un odioso abuso de fuerza, una ofensa a la justicia?
A la edad de cinco años, habiendo descubierto el significado de la palabra "huérfano", no pudo dormirse. Se fue en camisón y con los ojos llenos de lágrimas, en busca de su madre: "Mamá, mamá, ¿era huérfano el pequeño Jesús?" Le costó trabajo a su madre conformarlo, diciéndole que Jesús tenía una excelente mamá: la Santísima Virgen, y dos papás: San José en la tierra y el buen Dios en el cielo.
Otro día, su padre estaba en el umbral de la puerta echando a un borracho al que su aliento acaba de traicionar. Pier Giorgio, que vio sólo el ademán de su padre, vuelve sollozando hacia su madre y le dice: "Mamá, allí había un pobre que tenía hambre y papá no le dio de comer".
La madre creyó sorprender en ese lamento algo así como un eco del Evangelio: "Vete pronto en busca de él, hazlo subir y le daremos de comer". Se hizo así. Mas al despedirlo, el padre no se había engañado y se convencieron pronto que el vagabundo había abusado de la confianza de los que le dieron hospedaje. Trataron de hacérselo entender al niño. Escuchó en silencio. Su mente le decía que su padre tenía razón, mas su sensible corazón seguía protestando.
Fue ésta su primera obra de misericordia. Y le salió mal. ¿Cuántas veces, sorprendieron su buena fe, en lo sucesivo? Pier Giorgio jamás lo dijo. Le bastaba seguir la inclinación de su corazón que jamás se enfadó ante la malicia o la ingratitud.
Su abuela paterna le daba a veces algún dinero en aquel entonces, mas antes de llegar a su casa, ya había repartido entre los pobres hasta el último centavo.
Una madre de familia que había sido sirvienta en su casa, recibió cierto día de manos de él la fuerte suma de cincuenta liras. Fue el primer aguinaldo de consideración que le diera su abuela paterna recomendándole que lo hiciera fructificar. El niño obedeció a su modo y nadie se animó a ofenderse por esa inesperada colocación.
¡Cuán delicado es también ese gesto del caritativo niño suplicándole a su mamá que acababa de comprar un hermoso casimir para hacerle un traje, que lo cambiara por otro de menor precio para poder dar el sobrante a los pobres!
Pier Giorgio tiene catorce años de edad, al entrar Italia en la guerra. El sufrimiento de los soldados lo conmueve profundamente. "He aquí seis liras. ¿Qué haré de ellas? le preguntó cierto día a la cocinera que estaba preparando un paquete para un soldado que estaba en el frente. Como la mucama se compadeciera cierto día de tantos sufrimientos y muertes prematuras, que son el triste rescate de la guerra, le dijo: ¿no daríais vuestra vida, Natalia, a fin de que cesara ese azote?" "¡Oh! respondió ella, soy joven y mi vida es tan preciosa como la de los pobres soldados". "Pues bien, yo la daría y ¡enseguida!" respondió el adolescente escandalizado.
Para los misioneros colecciona con ardor estampillas de franqueo y boletos de tranvía y se desvive por hallar personas que se los proporcionen.
Esos rasgos cuya lista podría alargarse fácilmente, son ampliamente suficientes para hacernos entrever lo que será más adelante Pier Giorgio con la experiencia de los años y cuando tenga conciencia de sus responsabilidades de cristiano y de hombre de acción.
Comienza mientras tanto la educación religiosa del niño. Su madre, su abuela materna, su tía, tratan de abrir su alma a las riquezas de la fe; el niño recuerda con más facilidad los ejemplos vividos que las nociones abstractas. Siendo el Evangelio el libro de vida por excelencia, recibe sus primeras lecciones en la compañía del Divino Maestro. Los ejemplos que de caridad para con los pobres le da su padre confirman de modo impresionante la doctrina que va extrayendo del texto sagrado.
Oigamos al doctor en letras Don Cojazzi, encargado de completar en el hogar la enseñanza que recibe el niño en el Ginnasio Liceo Massimo D'Azeglio: "Recuerdo que su madre me rogó le ayudara a darles a Pier Giorgio y a su hermana el sensus Christi. Ella utilizó esta misma expresión para darme a entender que no había de atenerme estrictamente a las materias de clase, sino que había de usar digresiones y desarrollos acerca de las cuestiones religiosas.
"No tarde en darme cuenta entonces (para servirme de una expresión usada en España) que la frente del niño estaba bañada aún de agua bautismal. Ahora me explico mejor la sorpresa agradable que tuve, desde los primeros días, cuando lo veía, al terminarse la lección, pararse ante mí, con delantal negro, los brazos cruzados, sus ojos negros clavados en los míos y suplicantes y decirme: "Contadme ahora una historia acerca de Jesús". Por de pronto, amplié el relato evangélico, lo anegué en un sinnúmero de detalles de mi cosecha. No podría decir debido a qué señales me di cuenta de que este método no era el mejor. Cesé al instante, contentándome con relatar el Evangelio a la letra, cuanto me lo permitía mi memoria. Pude observar entonces en su rostro, merced a una sucesión de sombras y de luces, los sentimientos que el desarrollo del relato divino despertaba en él. Si concluía con un episodio alegres gozoso, si le contaba por ejemplo el afecto de Jesús por los niños, las alabanzas que les tributaba a las flores, a los pájaros y a los corderos, sus ojos brillaban al instante y me decía sonriendo: "¡Cuán bello es". Si elegía al contrario un relato lleno de la compasión de Jesús para con los pobres, los enfermos, los hambrientos, los pecadores; si detallaba los milagros con los cuales alivió tantas miserias humanas, su rostro se entristecía y dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas, lágrimas que trataba de secar valientemente y sin vergüenza. El niño aprendió así a oír los llamados interiores a la mansedumbre".
Se comprenderá talvez mejor ahora que, formado en tal escuela de sinceridad y de rectitud, el niño, así como los suyos por otra parte, acostumbrado a no forzar nunca sus sentimientos, se haya horrorizado de lo que se podría llamar la "retórica de la vida", es decir toda palabra, toda actitud, toda manifestación inspirada menos en una convicción profunda y razonada, que en las convenciones sociales, las costumbres y las actividades mundanas. De allí le provino talvez cierta dificultad para ampliar, para desarrollar sus sentimientos que expresaba siempre escrupulosamente tal cual los experimentaba y en la medida en que los experimentaba, en frases breves y espontáneas mejor que en extensos períodos verbales; resultó de ello, en la época de los ejercicios escolares, una esterilidad literaria que muy sin razón alarmó a veces a sus profesores y hasta a los miembros de su familia.
El estilo telegráfico era entonces su estilo preferido; sus composiciones eran esquemas esqueléticos y la tarjeta postal le parecía la forma ideal para expresar sus sentimientos. Puesto frente a sus deberes, cuántas veces le dijo a su madre, sonriendo: "Oye, mamá, yo voy a resolver mi problema y tú harás mi narración".
El porvenir iba a demostrar la inutilidad de los temores que se tenían con respecto a él: "Recuerdo, escribirá más adelante uno de sus profesores, refiriéndose a él, que cuando lo vi llegar al colegio, era de comprensión lenta, como suelen ser los montañeses, más era igualmente obstinado. Como le dijera que habría de vencer muchas dificultades si persistía en querer ser ingeniero, me respondió que lo sería a costa de los más duros sacrificios. Conociendo su fuerza de voluntad y habiendo comprobado la influencia decisiva que el estudio de las matemáticas ejercía sobre su desarrollo intelectual, yo no desesperaba del éxito. Desde su último año de liceo hasta sus primeros años en la escuela de ingeniería, vi a su inteligencia abrirse como una flor, afinarse y volverse poco a poco tan sutil y tan penetrante que le permitía resolver cualquier dificultad a fuerza de estudio y de tenacidad".
La aridez del principiante había sido solamente indicio de una de las cualidades morales más raras en un niño; o sea la sinceridad límpida como una hoja de espada, además de otros dones igualmente preciosos.
Pier Giorgio, y su hermana hicieron su primera comunión el día 19 de junio de 1911, bajo las miradas de la Virgen, en la exquisita capilla de las Hermanas Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio en Turín. La hizo seriamente, piadosamente, como hacía todas las cosas.
Don Cojazzi regalole ese día una vida de Cristóbal Colón, que llevaba la siguiente dedicatoria: "A ti, Pier Giorgio, como recuerdo del día de tu primera comunión, este libro en el que se narran las empresas de Cristóbal Colón, gloria, de Italia y de la religión. Sea él tu guía hacia una y otra de ambas glorias. Ojalá puedas ser tú también, como él, portador de Cristo durante toda tu vida, voto que formulo por ti, con el afecto del amigo y la bendición del sacerdote, tu maestro".
¡Portador de Cristo! qué programa más bello le fue jamás propuesto por un corazón de sacerdote a su hijo discípulo predilecto. Humilde y lealmente Pier Giorgio se hizo un deber de realizarlo.
El Padre Lombardi, S. J., su Padre Espiritual, nos dirá cuáles eran las disposiciones del niño que acababa de entrar en aquella época (1913), en el tercer curso del colegio de los Padres Jesuitas en Turín (Istituto Sociale, en la calle del Arzobispado): Me impresionó al instante su prontitud en responder al deseo que le manifestara de verle acercarse a menudo a la sagrada Mesa. Desde entonces, comenzó a comulgar varias veces por semana, con tal ardor de corazón y tan gran fervor que quede edificado así como su madre. Esta se preguntó, sin embargo, a sí misma, si tenía él suficiente madurez para darse cuenta del gran acto que cumplía. Le di seguridades y pronto tuvo la felicidad de comprobar los crecientes progresos de su hijo en el bien. En 1917-1918, luego de haber pasado tres años en la escuela Massimo D'Azeglio, ingresó en el colegio de los Padres, comenzó a seguir la práctica de la comunión cotidiana que cumplió fielmente hasta la muerte. Tanto como pude apreciarlo, comenzó bajo la poderosa acción de la Eucaristía a transformarse en el cristiano piadoso, convencido y fuerte cuyo magnífico ejemplo merece ser propuesto a todos".
Verso l´alto
Homilía de SS Juan Pablo II en la solemne misa de beatificación del siervo de Dios Pier Giorgio Frassati -20 de mayo de 1990-
1. "Yo le pedirá al Padre que os dé otro Defensor…. el Espíritu de verdad" (Jn 14,15).En el tiempo pascual, a medida que nos acercamos a Pentecostés, estas palabras se hacen más actuales.Las pronunció Jesús en el Cenáculo la víspera de su pasión, cuando se despedía de los Apóstoles. Su partida -la partida del amado Maestro a través de la muerte y resurrección- abre el camino al Consolador (Jn 16,7). Vendrá el Paráclito: vendrá, gracias a la muerte redentora de cristo, que hace posible e inaugura la nueva presencia misericordiosa de Dios entre los hombres.El Espíritu de Verdad, que el mundo no ve y no conoce, sin embargo se deja conocer por los Apóstoles, "porque vivirá con ellos y estará con ellos" (cf. Jn 14,17). Y el día de Pentecostés, todos serán sus testigos.
2. Pentecostés, como todo, es sólo el inicio, puesto que el Espíritu de Verdad viene para permanecer con la Iglesia "para siempre" (cf. Jn 14,16) en la renovación incesante de las generaciones futuras. Y así, no sólo los hombres de su tiempo, sino también a nuestros contemporáneos se dirigen estas palabras del Apóstol Pedro: "Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiera" (1 P 3,15).En nuestro siglo, Pier Giorgio Frassati, al que hoy tengo el gozo de proclamar beato en nombre de la Iglesia, encarnó en su propia vida estas palabras de San Pedro. El poder del Espíritu de Verdad, unido a Cristo, lo hizo moderno testigo de la esperanza que surge del Evangelio, y de la gracia de salvación que obra en el corazón del hombre.Así se convirtió en el testigo vivo y el defensor valiente de esta esperanza en nombre de los jóvenes cristianos del siglo veinte.
3. La fe y la caridad, verdaderas fuerzas motrices de su vida, lo hicieron activo trabajador en el ambiente en que vivió, en la familia y en la escuela, en la universidad y en la sociedad; lo transformaron en alegre y entusiasta apóstol de Cristo, en apasionado seguidor de su mensaje y su caridad.El secreto de su celo apostólico y de su santidad hay que buscarlo en el itinerario ascético y espiritual que recorrió; en la oración, en la perseverante adoración, incluso nocturna, del Santísimo Sacramento, en su sed de la palabra de Dios, escrutada en los textos bíblicos; en la serena aceptación de las dificultades de la vida, incluida la familiar, en la castidad vivida como disciplina alegre y sin compromisos; en la predilección diaria del silencio y la "normalidad de la vida". Precisamente en estos factores nos ha hacho descubrir la fuente de su vitalidad espiritual.En efecto, a través de la Eucaristía, Cristo comunica su Espíritu; a través de la escucha de su palabra crece la disponibilidad de acoger a los demás, y a través del abandono orante en la voluntad de Dios maduran las decisiones de la vida. Sólo adorando a Dios presente en el propio corazón, el bautizado puede responder al que le pide "razón de la esperanza" que hay en él (cf 1 Pe 3, 15). Y el joven Frassati lo sabe, lo experimenta, lo vive. En su vida la fe se funde con la caridad: firme en la fe y activo en la caridad, pues la fe sin obras está muerta (cf St 2,20).
4. Es cierto que, para una mirada superficial, el estilo de Pier Giorgio Frassati, un joven moderno lleno de vida, no presenta gran cosa de extraordinario. Pero, precisamente esto constituye la originalidad de su virtud que invita a reflexionar y lleva a imitar.En él la fe y los sucesos cotidianos se funden armónicamente hasta el punto que la adhesión al Evangelio se traduce en atención amorosa a los pobres y a los necesitados, creciendo continuamente hasta los últimos días de la enfermedad que lo llevará a la muerte. El gusto por la belleza y el arte, la pasión por el deporte y por la montaña, la atención a los problemas de la sociedad no le impiden la relación constante con el Absoluto.¡Totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio al prójimo: así podemos resumir su vida terrena!Su vocación de laico cristiano se realizaba en múltiples compromisos asociativos y políticos, en una sociedad en fermento indiferente y tal vez hostil a la Iglesia. Con este espíritu Pier Giorgio supo impulsar los diversos movimientos católicos, a los que adhirió con entusiasmo, pero sobre todo a la Acción Católica, además de la FUCI, en la que encontró una verdadera palestra de formación cristiana y campos propicios para el apostolado. En la Acción Católica vivió la vocación cristiana con alegría y orgullo, y se afanó por amar a Jesús y descubrir en Él a los hermanos que encontraba en el camino o que buscaba en los lugares del sufrimiento, de la marginación, del abandono, para hacerles sentir el calor de su solidaridad humana y el consuelo sobrenatural de la fe en Cristo.Murió joven, al final de una vida breve, pero extraordinaria de frutos espirituales, dirigiéndose "a la verdadera patria a cantar alabanzas a Dios".
5. La celebración de hoy nos invita a todos a acoger el mensaje que Pier Giorgio Frassati transmitió a los hombres de nuestro tiempo, sobre todo a vosotros, jóvenes, deseosos de ofrecer una contribución concreta de renovación espiritual al mundo nuestro, que tal vez parece alejarse y languidecer por falta de ideales. Él proclama, con su ejemplo, que es "dichosa" la vida llevada en el Espíritu de Cristo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que sólo el que se hace "hombre de las Bienaventuranzas" consigue comunicar a los hermanos el amor y la paz. Él afirma que vale la pena sacrificarlo todo por servir al Señor. Da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor.
6. Sí, "grandes son las obras del Señor… aclamad al Señor tierra entera" (Sal 66, 1-3).Los versículos del salmo, que resuenan en la liturgia de este domingo, son como un eco vivo del alma del joven Frassati. ¡Pues sabemos lo mucho que amó el mundo creado por Dios!"Venid a ver las obras de Dios" (Sal 65/66, 5): también es esta una invitación que se recoge de su joven alma y se dirige de modo particular a los jóvenes. "Sus admirables proezas en favor de los hombres" (ib).¡Admirables proezas en favor de los hombres! Es necesario que los ojos humanos, -ojos jóvenes, ojos sensibles- sepan admirar las proezas de Dios, en el mundo externo y visible. Es necesario que los ojos del alma sepan dirigirse de este mundo externo y visible al interior e invisible: y así puedan desvelar al hombre esas dimensiones del espíritu en las que se refleja la luz del Verbo que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9).En esa Luz obra el Espíritu de verdad.
7. ¡Este es el hombre "interior"!, Y así aparece Pier Giorgio Frassati. De hecho toda su vida parece resumir las palabras de Cristo que encontramos en el Evangelio de Juan: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré en él" (Jn 14,23).Él es el hombre "interior" amado por el Padre, ¡porque amó mucho!¿Acaso no es el amor la cosa más necesaria de nuestro siglo XX, tanto a su comienzo como a su fin? ¿No es verdad que sólo eso es lo que permanece, sin perder nunca su validez: el hecho de que "amó"?
8. Él se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en nuestro siglo.Se marchó de este mundo, pero en la fuerza pascual de su bautismo, puede decir a todos, en particular a las jóvenes generaciones de hoy y de mañana: "Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo vivo" (Jn 14, 19).Estas palabras las pronunció Jesucristo al despedirse de los Apóstoles, antes de afrontar la Pasión. Quiero ponerlas en la boca del nuevo beato, como siempre, válida también hoy, sobre todo para los jóvenes de hoy.Amén.
1. "Yo le pedirá al Padre que os dé otro Defensor…. el Espíritu de verdad" (Jn 14,15).En el tiempo pascual, a medida que nos acercamos a Pentecostés, estas palabras se hacen más actuales.Las pronunció Jesús en el Cenáculo la víspera de su pasión, cuando se despedía de los Apóstoles. Su partida -la partida del amado Maestro a través de la muerte y resurrección- abre el camino al Consolador (Jn 16,7). Vendrá el Paráclito: vendrá, gracias a la muerte redentora de cristo, que hace posible e inaugura la nueva presencia misericordiosa de Dios entre los hombres.El Espíritu de Verdad, que el mundo no ve y no conoce, sin embargo se deja conocer por los Apóstoles, "porque vivirá con ellos y estará con ellos" (cf. Jn 14,17). Y el día de Pentecostés, todos serán sus testigos.
2. Pentecostés, como todo, es sólo el inicio, puesto que el Espíritu de Verdad viene para permanecer con la Iglesia "para siempre" (cf. Jn 14,16) en la renovación incesante de las generaciones futuras. Y así, no sólo los hombres de su tiempo, sino también a nuestros contemporáneos se dirigen estas palabras del Apóstol Pedro: "Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiera" (1 P 3,15).En nuestro siglo, Pier Giorgio Frassati, al que hoy tengo el gozo de proclamar beato en nombre de la Iglesia, encarnó en su propia vida estas palabras de San Pedro. El poder del Espíritu de Verdad, unido a Cristo, lo hizo moderno testigo de la esperanza que surge del Evangelio, y de la gracia de salvación que obra en el corazón del hombre.Así se convirtió en el testigo vivo y el defensor valiente de esta esperanza en nombre de los jóvenes cristianos del siglo veinte.
3. La fe y la caridad, verdaderas fuerzas motrices de su vida, lo hicieron activo trabajador en el ambiente en que vivió, en la familia y en la escuela, en la universidad y en la sociedad; lo transformaron en alegre y entusiasta apóstol de Cristo, en apasionado seguidor de su mensaje y su caridad.El secreto de su celo apostólico y de su santidad hay que buscarlo en el itinerario ascético y espiritual que recorrió; en la oración, en la perseverante adoración, incluso nocturna, del Santísimo Sacramento, en su sed de la palabra de Dios, escrutada en los textos bíblicos; en la serena aceptación de las dificultades de la vida, incluida la familiar, en la castidad vivida como disciplina alegre y sin compromisos; en la predilección diaria del silencio y la "normalidad de la vida". Precisamente en estos factores nos ha hacho descubrir la fuente de su vitalidad espiritual.En efecto, a través de la Eucaristía, Cristo comunica su Espíritu; a través de la escucha de su palabra crece la disponibilidad de acoger a los demás, y a través del abandono orante en la voluntad de Dios maduran las decisiones de la vida. Sólo adorando a Dios presente en el propio corazón, el bautizado puede responder al que le pide "razón de la esperanza" que hay en él (cf 1 Pe 3, 15). Y el joven Frassati lo sabe, lo experimenta, lo vive. En su vida la fe se funde con la caridad: firme en la fe y activo en la caridad, pues la fe sin obras está muerta (cf St 2,20).
4. Es cierto que, para una mirada superficial, el estilo de Pier Giorgio Frassati, un joven moderno lleno de vida, no presenta gran cosa de extraordinario. Pero, precisamente esto constituye la originalidad de su virtud que invita a reflexionar y lleva a imitar.En él la fe y los sucesos cotidianos se funden armónicamente hasta el punto que la adhesión al Evangelio se traduce en atención amorosa a los pobres y a los necesitados, creciendo continuamente hasta los últimos días de la enfermedad que lo llevará a la muerte. El gusto por la belleza y el arte, la pasión por el deporte y por la montaña, la atención a los problemas de la sociedad no le impiden la relación constante con el Absoluto.¡Totalmente inmerso en el misterio de Dios y totalmente dedicado al constante servicio al prójimo: así podemos resumir su vida terrena!Su vocación de laico cristiano se realizaba en múltiples compromisos asociativos y políticos, en una sociedad en fermento indiferente y tal vez hostil a la Iglesia. Con este espíritu Pier Giorgio supo impulsar los diversos movimientos católicos, a los que adhirió con entusiasmo, pero sobre todo a la Acción Católica, además de la FUCI, en la que encontró una verdadera palestra de formación cristiana y campos propicios para el apostolado. En la Acción Católica vivió la vocación cristiana con alegría y orgullo, y se afanó por amar a Jesús y descubrir en Él a los hermanos que encontraba en el camino o que buscaba en los lugares del sufrimiento, de la marginación, del abandono, para hacerles sentir el calor de su solidaridad humana y el consuelo sobrenatural de la fe en Cristo.Murió joven, al final de una vida breve, pero extraordinaria de frutos espirituales, dirigiéndose "a la verdadera patria a cantar alabanzas a Dios".
5. La celebración de hoy nos invita a todos a acoger el mensaje que Pier Giorgio Frassati transmitió a los hombres de nuestro tiempo, sobre todo a vosotros, jóvenes, deseosos de ofrecer una contribución concreta de renovación espiritual al mundo nuestro, que tal vez parece alejarse y languidecer por falta de ideales. Él proclama, con su ejemplo, que es "dichosa" la vida llevada en el Espíritu de Cristo, Espíritu de las Bienaventuranzas, y que sólo el que se hace "hombre de las Bienaventuranzas" consigue comunicar a los hermanos el amor y la paz. Él afirma que vale la pena sacrificarlo todo por servir al Señor. Da testimonio de que la santidad es posible para todos y que sólo la revolución de la caridad puede encender en el corazón de los hombres la esperanza de un futuro mejor.
6. Sí, "grandes son las obras del Señor… aclamad al Señor tierra entera" (Sal 66, 1-3).Los versículos del salmo, que resuenan en la liturgia de este domingo, son como un eco vivo del alma del joven Frassati. ¡Pues sabemos lo mucho que amó el mundo creado por Dios!"Venid a ver las obras de Dios" (Sal 65/66, 5): también es esta una invitación que se recoge de su joven alma y se dirige de modo particular a los jóvenes. "Sus admirables proezas en favor de los hombres" (ib).¡Admirables proezas en favor de los hombres! Es necesario que los ojos humanos, -ojos jóvenes, ojos sensibles- sepan admirar las proezas de Dios, en el mundo externo y visible. Es necesario que los ojos del alma sepan dirigirse de este mundo externo y visible al interior e invisible: y así puedan desvelar al hombre esas dimensiones del espíritu en las que se refleja la luz del Verbo que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9).En esa Luz obra el Espíritu de verdad.
7. ¡Este es el hombre "interior"!, Y así aparece Pier Giorgio Frassati. De hecho toda su vida parece resumir las palabras de Cristo que encontramos en el Evangelio de Juan: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré en él" (Jn 14,23).Él es el hombre "interior" amado por el Padre, ¡porque amó mucho!¿Acaso no es el amor la cosa más necesaria de nuestro siglo XX, tanto a su comienzo como a su fin? ¿No es verdad que sólo eso es lo que permanece, sin perder nunca su validez: el hecho de que "amó"?
8. Él se marchó joven de este mundo, pero dejó una huella en todo el siglo, y no sólo en nuestro siglo.Se marchó de este mundo, pero en la fuerza pascual de su bautismo, puede decir a todos, en particular a las jóvenes generaciones de hoy y de mañana: "Vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo vivo" (Jn 14, 19).Estas palabras las pronunció Jesucristo al despedirse de los Apóstoles, antes de afrontar la Pasión. Quiero ponerlas en la boca del nuevo beato, como siempre, válida también hoy, sobre todo para los jóvenes de hoy.Amén.
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